Mi muy querido amigo. Ayer te vi en TV y me recordaste a un chon, pero no a un chon de los de mi pueblo, no, un chon de pata negra, de los que se crian en la dehesa a buena bellota, con un lustre especial que sólo se da cuando la calidad de vida es excelente.
Antes eras, como todos, de abajo, del pueblo, de los que nos criamos a base de lo que se pueda, unas veces mejor y otras peor, con el lustre que da estar encerrados en el curro la mayor parte del día, todos parecidos, todos buscándonos un hueco, junto a los otros, a los que sabemos que es muy difícil ser un pata negra y que te admitan en las dehesas de los de pedigrí.
Entre todos los de a pie, te empujamos hacia esa dehesa para que hicieras entender a los de pedigrí que un reparto más justo era posible, pero a fuerza de entrar y salir, te fuiste dando cuenta que no era lo mismo vivir en la dehesa que en las cochiqueras comunes y decidiste quedarte y convertirte en un pata negra, pero pata negra de lo mejor, buen lustre, buena vida y también comprendiste que no es bueno que los chones sin pedigri pretendieran lo que no les corresponde, porque gracias a las diferencias puede existir una elite, mejor cuidada, mejor vista, deseada, envidiada y, por supuesto, sostenida por los de abajo.
Yo creo que has olvidado dónde te criaste, quién te empujo hacia arriba y cuál era el objetivo.
Entiendo que no puedas sentirte a gusto rodeado de los que dejaste en las cochiqueras del pueblo, que huelen a sudor del trabajo si tienen la suerte de tenerlo, comen sin exquisitez, viven apiñados, gruñen sin afinar, demandan igualdad...
Cuando se está libre en la dehesa, bien comido, bien cepillado, oliendo a trufas, oyendo sólo gruñidos suaves de felicidad y satisfacción, con todos los placeres que da el poder..., es lógico olvidar y mirar hacia otro lado para que no te recuerden tu procedencia.
De verdad que lo entiendo, no hay nadie que no prefiera el Ibérico Gran Reserva y tú que has resultado más listo que el resto, no vas a ser menos.
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