Dichosos
aquellos que degustamos un tiempo sin premura, aquellos que tuvimos
la suerte de vivir en un pueblo en el que aunque había muchas
labores a realizar, siempre había tiempo para hilar la hebra con los
vecinos y atender a las necesidades de los otros. Había tiempo para
perderse por los campos y disfrutar de la soledad y sentirse en
contacto con los animales y paisaje que te rodeaba. No estábamos
pendientes del teléfono, ni de los programas de TV.
Vivíamos
en tranquilidad, con una paciencia infinita que nos valía para
sobrellevar las adversidades o no gustos con esperanza, sabiendo que
todo tarde o temprano llegaba y que las cuestiones se solucionaban de
una manera o de otra, tu sólo tenías que poner tu empeño en hacer
lo que podías y lo demás se lo dejabas a quien correspondiera sin
agobios, con tranquilidad, con sosiego, con paz.
Ahora
las cosas son diferentes, los deseos se tienen que conseguir en el
momento, como sea, a cualquier precio y eso nos lleva a una no
presencia en lo que toca, estamos siempre en lo que deseamos:
llamar, que nos llamen, comunicar con los que no están en ese
momento, quedar para luego, apurar el tiempo , que llegue el después…
y de paz nada, de conectar y conocer lo que nos rodea nada, de estar
con uno mismo nada…Nos pasamos la vida persiguiendo siempre a
otros: futbolistas, cantantes, modelos, artistas, políticos…,
siempre bailando al son que tocan otros, sin conocer nunca nuestra
bella música interior, nuestras múltiples capacidades. Nos metemos
en sus bloggers, en sus foros, en sus vidas, descuidando las
nuestras.
Yo
considero una pena que nuestros pequeños estén ya estresados desde
que nacen, con tanto que hacer, con tanta TV metida en el cerebro,
con tantos datos exteriores que no les ayudan a saber quienes son y
rodeados de tantos adultos que corren continuamente de un lado a otro
o que están enchufados al teléfono , a la TV o al ordenador como
que estos aparatos fueran nuestro tercer brazo, dejando a este brazo
que eduque a nuestros retoños.
Decía
mi padre “que por mal camino a buen pueblo, no se podía ir”. ¡
A ver si resulta que es verdad !
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