jueves, 5 de enero de 2012

Sorprendente

Deseo contar mi historia por lo sorprendente, por lo menos para mí.
Hacía tiempo que mis relaciones en casa no iban bien y es que estaba recogiendo lo que durante muchos años había sembrado.
Malas movidas cuando había tomado unas copas de más y es que entonces me convertía en una persona déspota, soberbia, orgullosa…donde mis razonamientos (escasos debido a las copas ) , mostraban lo peor de mí : la frustración y el rencor que llevaba dentro porque las cosas no iban como yo deseaba.
En esos momentos decía cosas solo para herir, posiblemente para herirme a mí mismo pero quienes lo oían no lo vivían así ya que mis expresiones eran verdaderamente duras: “ Me mato a trabajar para que nadie me lo agradezca”, “Todo lo que hay aquí es mío”, estoy harto de trabajar para vosotros”…para qué seguir, si esto ocurre a diario, por desgracia, en miles de hogares.
Esta siembra, como es lógico, trajo su cosecha y me ví ninguneado por mi familia. No me hablan o me hablan lo imprescindible. Se percibía una fuerte tensión en gestos y palabras, lo que me tenía entristecido y apesadumbrado.
Hace dos meses, cuando yo estaba solo tomando una copa en un bar, me ocurrió algo que ha cambiado en parte mi vida.
Coincidimos en la barra un señor y yo y no se si debido a mi soledad o a la copa que yo llevaba encima, hablé de mi situación y de la imposibilidad de romper los muros que había levantado a mi alrededor. Hablé y hablé porque aunque se diga que las penas se ahogan en el alcohol, no es verdad, siempre están a flote.
Cuando le dejé un espacio para decir algo, no me juzgó, ni me aconsejó, sólo me dijo algo que me sorprendió y es que a veces las palabras ya no arreglan porque no se escuchan, pero que yo podía pasar a partir de ahora al lado de los míos y decirles por lo bajo : “lo siento, perdón, te amo, gracias” y sólo con eso una y otra vez, cada vez que me cruzara con ellos haría que las cosas cambiaran.
Pensé mucho en aquello y me decidí a ponerlo en práctica. No parecía costoso.
Después de casi dos meses y miles de veces repetido, en silencio, por lo bajo, noto que la densidad de los muros ha descendido, ya no se masca la tensión y lo mejor : tengo más paz, cuido más mis actos y me siento mucho mejor, ya que sé que el perdón de palabra llegará.
No he vuelto a coincidir con aquel individuo al que recuerdo todos los días, pero a él también le envío: “lo siento, perdón, te amo, gracias”.

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