Cuando hablamos de un día, tenemos la impresión de eso, de que solo es un día, poca cosa según nuestra percepción, sobre todo si pensamos en un día futuro del que esperamos mucho.
Sin embargo, el día de hoy puede ser toda nuestra vida y como tal deberíamos verlo.
Cada día ocurre que, de una forma u otra, es el último para miles de seres humanos que pierden la vida de multitud de maneras, de ahí la importancia que tiene un día.
Si fuéramos conscientes de esta realidad, tomaríamos cada día con la misma ilusión y agradecimiento que tendríamos si la Vida nos regalara un día más cuando ya hubiéramos llegado a la meta de nuestra existencia. Si eso pudiera ocurrir, planificaríamos esas veinticuatro horas como si de un tesoro se tratara.
Yo sé que es muy difícil mantener esta consciencia un día y otro…, pero… si un día se nos ocurriera, por diversión, por saber de la experiencia, hacerlo…, levantarnos, mirar el día que tenemos por delante, agradecerlo, programarlo como si del último se tratara, hacer todo nuevo, ver qué cosas dejaríamos pendientes si de verdad nos fuéramos y tratar de arreglarlas en lo posible, hacer aquellas cosas que deseamos pero estando presentes, conscientes, felices, disfrutando al cien por cien con los sentidos externos e internos, con las antenas de percibir lo que nos rodea a tope, con los ojos de ver, con los sentimientos abiertos… Creo que sería una experiencia digna de ser vivida.
Imaginar, puesto que es un juego, que lo mismo que hacemos una dieta, una limpieza corporal, un día de asueto, un… hacemos de vez en cuando…, la experiencia del último día…; llegaría un momento en que cambiaría la forma de ver nuestra existencia, de ver a los otr@s, de percibir las situaciones y las cosas, dejaríamos tantas tonterías que nos causan estrés, daríamos valor solo a lo que lo tiene de verdad y de seguro nos encontraríamos más ligeros y felices porque, por suerte, se nos regala no solo un día, sino semanas, meses, años que, por desgracia, solemos perder en aras del correr hacia ningún lado, de estresarnos, incordiarnos los unos a los otros, acaparar lo que no es necesario y que además no nos podemos llevar al marchar de esta vida.
No nos vendría mal empezar cada día, aparte de agradeciendo, preguntándonos: ¿ Para qué vivo el día de hoy?, ¿qué quiero hacer?, ¿cómo van a repercutir mis acciones en mi felicidad y mi crecimiento personal?
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