domingo, 1 de abril de 2012

A JUGAR, SE APRENDE JUGANDO

Imaginemos por un momento que la vida es un juego, como en los videojuegos, en los cuales hay una serie de obstáculos a superar y que cuanto más practicas, más atento estás, más despierto te encuentras y mejor decides, más fácilmente vences los obstáculos y antes llegas a la meta, donde te sientes feliz y dispuesto a nuevos retos que decides sean más difíciles de resolver y así cada vez que practicas deseas nuevos retos para superar y más dificultades para desarrollar tus dotes personales y aumentar tu inteligencia, tu voluntad, tu fortaleza y tu energía.

Si aplicáramos esto a la vida, sabiendo que estamos solos en nuestro crecimiento y desarrollo, que los demás nos ven jugar, pero que nuestras experiencias y logros son sólo nuestros, veríamos y estudiaríamos, como en el juego, las jugadas y decidiríamos como actuar para lograr el mejor resultado, dando la mejor respuesta posible y, sabiendo que es un entrenamiento para la nueva dificultad, lograríamos aprender y crecer con los nuevos retos y no nos importaría que la vida nos fuera poniendo dificultades en el camino porque sabríamos, por experiencia, que al resolverlas seguiríamos creciendo, aprendiendo a resolver cada vez mejor y a sentirnos felices cuando damos lo mejor de nosotros y vamos incrementando nuestro potencial de inteligencia, voluntad y fortaleza personal, que a su vez nos prepara para próximos jugadas.

Cuando en nuestro camino encontramos personas, fuertes, que han pasado por juegos muy duros, de pérdida, de fracaso, de dolor , de riesgo … y han jugado bien, vemos cómo ante la dificultad se crecen, resuelven, caminan hacia delante, sin lamentos, sin quejas, sin mirar hacia atrás. Actúan así porque están preparadas para solventar y solventar bien, sin esperar nada, sabiendo sólo que es necesario resolver y hacerlo lo mejor posible porque de ello depende que la jugada esté bien hecha. Siempre van hacia delante, sabiendo lo que quieren y sin importarles pagar el precio que es necesario pagar. Sus manos, su cabeza, sus pensamientos y sus sentimientos están siempre dispuestos a hacer lo que hay que hacer porque saben que sólo jugando bien se puede crecer y que el juego de la vida es intransferible y, para bien o para mal, hay que jugarlo como cada uno pueda, sepa y quiera, pero que en gran parte la jugada sólo es nuestra y de nosotros depende jugarla con toda nuestra energía y sabiduría puestas en este empeño, o con lamentos, quejas y esperando a que otros jueguen por nosotros.

Evidentemente el resultado no puede ser lo mismo de jugar de una manera o de otra y a hacer, se aprende haciendo.

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