miércoles, 5 de diciembre de 2012

PASO LA VIDA QUE QUEDA

Tengo noventa y dos años,
mi cuerpo no me sujeta,
en una cama postrada,
paso la vida que queda.

No vivo sola en mi casa,
me cuidan dos extranjeras,
que se turnan noche y día,
con mis hijos, cuando llegan.

Mi madre se quedó viuda,
mi padre murió en la guerra,
tuvo que criar tres hijas,
siendo yo la mayor de ellas.

Yo me casé con veinte años,
y tuve seis primaveras,
también tuve la desgracia
de quedar viuda, como ella.

Luché con uñas y dientes,
por dar a todos carrera,
en la tienda que teníamos,
me pasé la vida entera.

Me levantaba a las seis,
no me acostaba siquiera,
pues si no era uno era otro,
al que algo le doliera.

No me importó, bien lo sé,
pues no me dieron problemas,
todos fueron poco a poco,
sacando bien sus carreras.

Hoy los tengo ya casados,
aunque a dos los tengo fuera,
tengo también once nietos,
y tengo ya tres biznietas.

En mi salud manda Jose,
él dictamina que hacer,
si han de darme medicinas,
o me dejan sin comer.

Claro, estudió medicina,
y a todos parece bien,
que se ocupe él de todo eso,
sin contar mi parecer.

Qué más da lo que yo coma,
si ya no quiero seguir,
si se olvidan las pastillas,
menos tendré que sufrir.

Roque se acerca los jueves,
y lo hace de nueve a diez,
él me lleva las facturas,
y se ocupa del parné.

Rosa y Laura vienen juntas,
los lunes de tres a seis,
se ocupan de las comidas,
y de mandar que hay que hacer.

Los nietos vienen muy poco,
siempre a hacer el paripé,
pues dicen que ya no entiendo,
y tienen mucho que hacer.

Que si tenis, que si fútbol,
que si golf, que si problemas,
que están con mucho trabajo,
y ya de mí no se acuerdan.

No recuerdan, cuando niños,
todo lo que hizo su abuela,
que si parque, que comidas,
que si meriendas y cenas.

Que si me llevas al cole,
que si me ayudas, abuela,
que si me llevas al fútbol,
que necesito unas pelas.

Yo solo pido que paren,
que se sienten, que me vean,
que me pregunten por algo,
que me acaricien, que sientan.

Que aún yo sigo estando viva,
que mi corazón anhela,
no que me cuiden el cuerpo,
que eso a mí no me interesa.

Quiero que miren mi alma,
que me escuchen y que quieran
pasar un rato conmigo,
que sigo siendo la que era.

Que les quise y aún les quiero,
aunque expresar ya no pueda
cómo me siento por dentro,
que me acaricien y quieran.

Que se sienten a mi lado,
que vengan “pa” que les vea,
que me cuenten de su vida,
que me hablen de sus penas.

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