Qué
peligroso es el odio que nos avoca a los seres a comportarnos como estúpidos,
que es el mayor grado de tontería, donde con tal de hacer daño al
otro, somos capaces de producirnos daño a nosotros mismos.
Nos
metemos en pleitos que lo único que consiguen es que varios se
enriquezcan a nuestra costa y seguimos y seguimos, a pesar de ver
mermada nuestra economía. Muchas veces preferimos que se lo lleven
los juzgados que dárselo a nuestra expareja y a nuestros hijos y
así estamos dispuestos a falsear datos y hacer lo que sea, aunque
nos perjudique, con tal de perjudicar también a la pareja.
Somos
capaces de destruir la vivienda para que nadie pueda utilizarla,
de envenenar nuestra existencia con tal de ver a nuestro/a ex
padecer.
Aquella
persona que llegó a ser nuestra pareja, nuestro amigo/a y en muchos
casos madre o padre de nuestros hijos es ahora nuestro mayor
enemigo/a y el punto de mira de todas nuestras capacidades para
hacer daño.
Tamaña estupidez
la nuestra, que en vez de tratar de curarnos a nosotros mismos, nos
envenenamos con pensamientos casi siempre tergiversados a causa de
los filtros destructores que ponen nuestros pensamientos y
sentimientos y todo porque metemos el dato falso de que la otra
persona me tiene que querer a la fuerza, aunque yo haya hecho de su
vida una tragedia o cuanto menos un mal trago.
El
amor se regala, no se cobra y si alguien nos ha dado días de amor,
agradecer y aprender que si no se nos ama, contra eso no hay lucha
posible. Algo se perdió por el camino y casi siempre es culpa o de
dos o de ninguno. Recordar lo bueno en vez de envenenarnos, nos
llevaría a rupturas con medidas que beneficiarían a ambos, ya que
un mal acuerdo es siempre mejor que un buen pleito.
El
rencor, la rabia y mucho más el odio al primero que perjudican es al
que lo padece.
Qué
pena haber pasado parte de nuestra vida con una persona de la
categoría estúpida.