Muy
pocas veces salimos a la calle con los ojos de ver, esos ojos que nos
ponemos cuando vamos a los museos o para admirar alguna obra bella o
que nos llame la atención.
Cuando
salimos a la calle y llevamos la cabeza ocupada con lo que vamos a
hacer, a dónde nos dirigimos o con el ayer o el mañana, no llevamos
puestos los ojos de ver y así nos encontramos con alguien o luego
nos preguntan por algo y tenemos que decir, demasiado a menudo, “no
te había visto”, “no me he fijado”, “no lo he visto”…
Si
nos pusiéramos siempre los ojos de ver, o lo que es lo mismo
centrados en lo que nos rodea, en el presente, en lo que
toca…estaríamos siempre en el mejor de los museos: colecciones
maravillosas de distintos paisajes, verdaderas obras de arte
costumbrista, colección inagotable de retratos, bodegones…algo
inigualable aún juntando todas las obras de arte del mundo y sin
embargo no las vemos, no las admiramos, no las disfrutamos…nuestras
prisas, preocupaciones y problemas…muchas de las veces imaginarias
, no nos dejan.
¡
Qué se le va a hacer ¡. Nos regalan lo mejor y nos agarramos a lo
peor y para colmo nos quejamos de estrés, de lo que nos falta, de
que no tenemos tiempo para nada… y muchas veces sólo es que nos
olvidamos de colocarnos los ojos de ver y por eso vamos ciegos por la
vida.